martes, 23 de abril de 2024

Nuevo libro: No lo dejes escapar


 

Un libro se lee, se toca, se siente.

Día del Libro: Búscame en Alcalá de Henares


 

Feliz día de san Jorge. Feliz día del Libro


 

MJ Pérez: Por las sonrisas

 


El tiempo, ese que al final marca nuestra vida, a veces nos juega malas pasadas. Cuando nos encontramos en una situación delicada parece ralentizarse. Sin embargo, cuando un momento es feliz, es como si el malicioso Cronos nos acortase la ocasión. Reflexiono muchas veces al respecto y más los 23 de abril.

 

Han pasado 13 años. No me lo puedo creer. Y aquí estoy de nuevo por aquí para rememorar lo bueno, porque aunque te sigo echando de menos cada día y a cada momento, lo que viene a mi mente no es la enfermedad, el color negro que parecía teñirlo todo o mis lágrimas de desdicha.

 

Recuerdo, por ejemplo, el olor de la colonia que te gustaba, aquel libro que me regalaste sin ninguna razón. El cuaderno verde con espiral y con las hojas en blanco (sin rayas ni cuadros) que buscaste por toda la ciudad solo porque yo lo quería. También aquel clip enorme que tanta gracia te hacía o las cosas que he heredado de ti: desde mi pelo oscuro a la forma de mi cara.

 

Te veo a diario en cosas que me hacen ponerme contenta, en tantas experiencias que me gustaría poder contarte y que, en cierta manera sí que comparto contigo. Sé lo feliz que estarías de mucho de lo que ha ocurrido de unos años a esta parte. También que te preocuparías por otras pero que estarías, como sigues estando, presente y dando tu apoyo incondicional.

 

Gracias por todo, como siempre.

Sobre todo, por las sonrisas.

 

domingo, 21 de abril de 2024

Blanca del Cerro: Hada, juegos del destino

 



        La escritora Mari Carmen Marco, Caleti para los amigos, nos deleita con un nuevo libro titulado Hada, Juegos del destino, y tengo que decir y afirmar que me ha gustado mucho. En primer lugar, porque está bien escrito, un elemento para mí importante que no se produce en todas las novelas; en segundo, porque presenta una historia bien detallada, bien estructurada y bien documentada; y en tercero, porque mantiene al lector en vilo hasta el final.

        La trama nos habla de dos hermanos gemelos, Antón y Antonino Figueras Olot, últimos componentes de una saga de magnates del negocio del cacao en Guinea Ecuatorial, siendo todavía este país colonia española. La historia comienza con la llegada de un ataúd a la casa familiar de los Figueras Olot, en Ibiza, con los restos mortales de Antón. A lo largo del libro vemos que los protagonistas son amantes de la libertad, egoístas, arrogantes y realmente interesantes. A causa de un terrible suceso, uno de los hermanos desaparece provocando en el superviviente un tremendo sentimiento de culpa. Hada, la hija de Antón, es quien relata la historia y nos lleva por los intrincados vericuetos que componen la novela, cuyo tema es emocionante, con toques de intriga y plagado de aventuras y variopintos personajes.

        Un libro recomendable, que subyuga al lector y le hace sentirse atrapado por una historia vibrante que merece la pena leer.

        Mis felicitaciones a Caleti por su nueva novela, esperando que sigamos disfrutando de y deleitándonos con su pluma y sus aventuras.

 

Blanca del Cerro

       

viernes, 19 de abril de 2024

Liliana Delucchi: La bella

 


Si bien en los primeros años la capacidad para pasar desapercibida había sido un rasgo fundamental de su personalidad, ahora necesitaba recuperarla, aunque por diferentes motivos. El largo itinerario que hubo de pasar desde la granja en que salió del huevo y fue rechazada por todos sus miembros, hasta que se vio reflejada en el estanque y descubrió su belleza, se le hacía lejano. Por todos los medios buscaba en su interior la fuerza que la llevó a atravesar aquella etapa y eludir el destino que le estaban dibujando.

Haber sido adoptada por la cisne reina de la bandada y recibir toda su atención y elogios por ser la propietaria de las plumas más sedosas y brillantes, no era, como se podría pensar, lo que satisfacía a Camila. Ella seguía siendo sencilla, confiada y tierna, con una inmensa necesidad de aceptación por parte de sus hermanas, lo cual no era posible.

Otra vez la exclusión, si bien ahora era por su hermosura. Y no solo eso, su madre estaba planeando su boda, y nada menos que con su preferido, un patoso capaz de destruir el bosque solo tropezando con él. Siempre había pronosticado que la reina le pediría algún día que hiciera algo que realmente le disgustara y ese momento había llegado. Quizás debería marcharse, pero… ¿A dónde?

Plegó sus alas e inició un paseo por las alamedas que daban sombra al cálido verano. Sin darse cuenta llegó hasta una valla y reconoció, a pesar del tiempo transcurrido, las construcciones que formaban parte de la granja en la que había pasado sus primeros tiempos. Escondida tras unos arbustos, contempló el movimiento: La mujer que llevaba grano al gallinero, risas de niños persiguiendo a los patos y, más lejos, los gruñidos que llegaban desde los chiqueros.

—¿Quieres pasar? —La sorprendió una voz a su espalda.

Era un gallo de gran tamaño con una cresta majestuosa y voz de barítono. Camila se quedó mirándolo y se preguntó si en sus comienzos él también habría sido feo.

—Perteneces a la bandada de cisnes que hay en la laguna grande, ¿verdad?

Ella asintió con un movimiento de pestañas, incapaz de pronunciar palabra, entonces él, agachándose, pasó por debajo de la valla y se sentó a su lado. Se presentó como Tomás y le confesó que unos días antes había dejado la granja para acercarse hasta el lago y la había visto de lejos.

—Gracias por devolverme la visita —dijo levantando su cresta.

Quizás fue por su entonación, tal vez por la forma de sonreír, que antiguos recuerdos volvieron a la mente de Camila. Un pollito redondo y amarillo, con plumaje tan suave como el pañuelo de seda que envolvía el cuello de la dueña de la granja. Un pollito con quien compartió su desdicha de niña, la quería por ser quien era, aunque ella aún no lo supiera. Un pollito que la siguió el día que decidió partir, que le rogó que no lo hiciera, todo se solucionaría. Hizo más, le suplicó que se quedara a jugar con él y cuando no lo consiguió, ella sabía, a pesar de que no se dio la vuelta, que él se había mantenido expectante a que cambiara su decisión.

Al volver a casa, Camila no recordaba cuánto tiempo había permanecido con Tomás. En esos momentos las dificultades parecían haber desaparecido, los problemas le resultaban triviales. Quería posponer el momento de volver a enfrentarse con ellos, pero era inútil, la esperaban allí, con un velo nupcial y una corona de flores. Fue entonces cuando vio a Cecilia, la enamorada del que iba a ser su marido. Con el cuello bajo y mirando la hierba, la pobre cisne negaba con la cabeza como si quisiera alejar su infortunio. Camila no lo pensó dos veces, cogió su ajuar de novia y se lo entregó.

—Es todo tuyo —susurró al tiempo que acariciaba sus plumas–. No volverás a verme.

—¿Por qué? Tú eres la princesa.

—Sí, lo sé. Ahora sé quién soy y, por tanto, no lo necesito.

Y dando media vuelta encaminó sus pasos hacia la granja.

© Liliana Delucchi

miércoles, 17 de abril de 2024

Auvers: Siga las huellas…

 



Esta es una aldea con tanto encanto que la puedes ver en cuadros y al natural. Con buena voluntad se diría que aún conserva el mismo aspecto de hace más de cien años. Pero no. Auvers no es como aparece en tantos cuadros: jamás fue así. Los impresionistas nos dieron su versión personal.

De Paris a Auvers se va en menos de una hora. Se puede ir en coche, en tren, como más le apetezca. Auvers asciende lentamente desde el río Oise hasta el Ayuntamiento. Busque la Auberge Ravoux, la hostería donde Van Gogh se alojó y se disparó en el pecho el 27 de julio de 1890, hoy se llama la Casa de Van Gogh. Busque el cementerio donde este gran pintor está enterrado junto a su hermano Theo, a orillas del pueblo, entre los trigales que el artista dio a conocer. Busque su Iglesia, La casa del ahorcado, la casa del doctor Gachet... Obras maestras, todas.

Se dice que Van Gogh llegó a Auvers y lo iluminó para siempre.

No solo el holandés vivió aquí, también Pissarro, Cézanne, Daubigny, Daumier, Morisot y muchos más. Sus colinas, sus plantíos, sus casas risueñas, soleadas y cubiertas de flores están reflejadas en muchos museos, en miles de libros de arte y en millones de tarjetas postales.

Auvers hay que descubrirlo a pie, acompañado por los pájaros que rompen el silencio, yendo por las calles serpenteantes, oyendo los pasos en el «camino viejo» el que va de Auvers a Pontoise.

Los años no han cambiado lo que escribió Van Gogh a su hermano en mayo de 1890: 

¡Se respira tanto bienestar en el ambiente!

Y si presta atención cabe la posibilidad de que pueda ver a una mujer vestida de azul, con un pañuelo blanco en la cabeza y una canasta al brazo, como la vio Van Gogh y la retuvo para siempre: en el cuadro de la iglesia de Auvers a la izquierda, hoy en el museo Orsay en París.